¡Cuántos días inútiles! Días llenos de
historias, demasiadas historias turbias. Historias incompletas, apenas
iniciadas e hinchadas ya como una vieja madera a la intemperie. Historias
demasiado oscuras para mí. Su olor, que era el podrido olor de mi casa, me
causaba cierta náusea... Y sin embargo había llegado a constituir el único
interés de mi vida. Poco a poco me había ido quedando ante mis popios ojos en
un segundo plano de la realidad, abiertos mis sentidos sólo para la vida que
bullía en el piso de la calle Aribau. Me acostumbraba a olvidarme de mi aspecto
y de mis sueños. Iba dejando de tener importancia el olor de los meses, las
visiones del porvenir y se iba agigantando cada gesto de Gloria, cada palabra
oculta, cada reticencia de Román. El resultado parecía ser aquella inesperada
tristeza.
La joven
Andrea llega ilusionada a la Barcelona de posguerra para estudiar en la
universidad. Allí se topa con el asfixiante ambiente familiar de la casa de su
abuela, con sus tíos llenos de rencores y de heridas sin cerrar. El contraste
lo encontrará en la cordialidad de sus amigos universitarios; entre unos y
otros, Andrea irá madurando, haciéndose dolorosamente adulta. La novela, ya un
clásico de la literatura española de posguerra, destila tanta dureza como ternura
y da vida con fuerza abrumadora a una voz femenina.
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